jueves, 29 de octubre de 2009

Oleada de sentimientos


Hoy, como todas las mañanas, he cogido el tren en dirección a la ciudad. He vuelto a ver algunos rostros conocidos, los veo desde que empecé a coger este tren mañana si y mañana también. Mientras observo como los pensamientos de los de mi alrededor se empiezan a evaporar, yo me mantengo firme, en mi sitio, a la vez que vuelo con ellos para descubrir a donde se dirigen.

María, la chica pelirroja que todas las mañanas llega corriendo a la estación, resopla y saca un libro de poemas que lleva en su bolso, que esta vez lo usa para aliviar el sofoco. Al de un rato comienza a leer su libro, ansiosa de descubrir los nuevos versos de su poeta pavorito. Con las bellas y sabias palabras de ese autor se ha reencontrado con viejos sentimientos, con viejas pasiones, que le recuerdan lo que años atrás fue un gran amor. Lo recuerda con añoranza, pero sabe que en algún momento, cuando menos se lo espere, volverá a sentir lo mismo que años atrás. De repente, una oleada de sentimientos inunda todo su ser y mientras sus ojos dejan caer una lágrima, en su rostro se dibuja una sonrisa.

Dos asientos más atrás se sienta Sebastian, un señor bonachón con el pelo desteñido ya por el paso de los años. Deja el bastón cerca de su nieto, que hoy le acompaña a la ciudad para hacerse un chequeo medico. Recuerda que últimamente no está muy fuerte, que se siente débil y que desde que Margarita se fue, no es el que era. Tiene dudas de si soportará el invierno que está a punto de llegar. Tiene miedo, pero siente que ya ha hecho todo lo que tenía que hacer en la vida, no es que se resigne, al contrario, se siente satisfecho y realizado; aun así, sigue aferrándose a la vida, pero al mismo tiempo se muere de ganas por volver a reencontrarse con Margarita. De repente, una oleada de sentimientos inunda todo su ser y mientras sus ojos dejan caer una lágrima, en su rostro se dibuja una sonrisa.

Lanzo, el nieto de Sebastian, también esta preocupado. Llevaba tiempo sin ver a su abuelo, pero, ahora que ha terminado la universidad ha decidido ir a vivir con él. No lo ha encontrado como él esperaba, esta bastante desganado, siente que la reciente muerte de su abuela ha marcado mucho a su abuelo. Espera que, por lo menos el medico les de una buena noticia. Se siente culpable por no haber pasado todo el tiempo que debiera con sus abuelos, pero las cosas son como son, y ahora intenta recuperar el tiempo perdido, deseando que no sea demasiado tarde. He observado como Lanzo se estremecía con este pensamiento, pero Sebastian le ha agarrado de la mano y le ha sonreído. Creo que Lanzo ha comprendido lo que siente su abuelo y que este no le reprocha nada. De repente, una oleada de sentimientos inunda todo su ser y mientras sus ojos dejan caer una lágrima, en su rostro se dibuja una sonrisa.

El tren, aparentemente tranquilo a tan trempana hora de la mañana, cuando todavía todo esta oscuro y apenas ha salido el sol, se llena de sentimientos de gente corriente que revolotean de vagón en vagón haciendo finalmente, que una sonrisa se dibuje en mi rostro.

lunes, 26 de octubre de 2009

Susurros

Susurros lanzados al aire que a lo mejor llegan a tus oídos.
Susurros palpitantes, ansiosos de vida.
Susurros matutinos, vespertinos,
susurros nocturnos.
Susurros que no se olvidan,
que quedan en la memoria.
Susurros melancólicos, divertidos,
infantiles, maduros,
que juegan y piensan.
Susurros sin grandes pretensiones,
que solo sienten y transmiten.
Susurros compartidos,
que van y vienen,
como la marea,
como las estaciones,
como la brisa,
como tú …y como yo.
Al fin y al cabo…susurros, susurros del alma.